Define tu historia antes de diseñar
Un buen pitch deck no es solo una serie de diapositivas, es una historia convincente. Antes de abrir cualquier herramienta de diseño, define tu narrativa: ¿qué problema resuelves?, ¿cómo lo haces?, ¿quién eres y hacia dónde vas?.
Un orden típico incluye: portada, problema, solución, modelo de negocio, mercado, competencia, equipo, proyecciones y cierre. Cada parte debe conectar con claridad y lógica. La base no está en lo visual, sino en el mensaje que vas a contar.
Menos texto, más impacto visual
El error más común en un pitch es saturar las diapositivas con información. Un inversionista no quiere leer párrafos, quiere entender rápido. Usa palabras clave, cifras clave y frases potentes.
Apóyate en gráficos, íconos, imágenes y colores coherentes con tu marca. No uses más de una idea por slide.
El objetivo es que cada diapositiva refuerce lo que estás diciendo, no que lo sustituya. El diseño debe ser limpio, profesional y atractivo, pero sin robar protagonismo al mensaje.
Destaca lo que realmente importa
Céntrate en lo que el público necesita saber: cuál es tu propuesta de valor, qué tracción tienes y cómo planeas escalar. Aporta datos concretos, evita promesas vagas y anticipa posibles objeciones.
En la parte financiera, sé realista y transparente: muestra previsiones, necesidades de inversión y retorno estimado. Incluye también por qué tú y tu equipo son los indicados para ejecutar esta idea.
El pitch no es para contar todo, sino para dejar con ganas de saber más.
Practica la presentación tanto como el contenido
Una gran presentación visual no sirve si no se acompaña de una exposición segura y clara. Ensaya frente al espejo, con colegas o incluso graba tu pitch para pulir tu tono y ritmo.
Controla los tiempos y prepárate para las preguntas más difíciles. Recuerda: los inversionistas invierten tanto en personas como en proyectos.
Tu seguridad, preparación y actitud pueden marcar la diferencia. El diseño enamora, pero tu voz convence.